Todo el mundo tiene secretos, secretos grandes, secretos pequeños… da igual, todos tenemos alguno, y todos tienen algo en común: Se alimentan de quien los guarda y se hacen cada vez más grandes y pesados.
Siempre he creído que los hay de dos tipos: Secretos de boca, que se llaman así por eso, por estar guardados en la boca, cerca de la superficie. Hay gente que carga con muchos de estos, los cría y los alimenta hasta que son demasiado grandes como para caber dentro de una boca, entonces, se fugan para instalarse en una boca más grande y poder seguir creciendo.
Después, está el otro tipo de secreto: los secretos de corazón, no todo el mundo tiene de estos. Son fríos y duros y les gusta vivir en los rincones más oscuros del corazón. Allí parasitan el corazón de su víctima, alimentándose de los fragmentos de su alma que ellos mismos pudren. Se vuelven cada vez más fríos, más oscuros, más grandes y más pesados a medida que infectan con su oscuridad los sentimientos del huésped y consumen los cimientos mismos del espíritu.
Puede sonar horrible, lo sé, pero creo que también tienen su parte buena: si consigues encontrar gente que se ofrezca voluntariamente a que los infectes, habrás ganado un auténtico amigo.
Gracias a toda la gente que está ahí, día a día, soportando mis mosqueos, ralladas y mierdas, por suerte sois unos cuantos como para mencionaros a todos sin que resulte pesado, pero vosotros sabéis quienes sois. De todo corazón: os quiero, gracias por todo.